Y es que por ti estuve esperando, mucho tiempo. Estábamos tan juntos y al mismo tiempo tan distantes que me sentí sola, sentí como llenaba mi mochila de culpa, preocupaciones y dolor y jamás me ayudaste a cargarla. No podía más sola, y pedí ayuda, a gritos, en la distancia, y solo recibí unas palabras de pena acompañadas de la más estúpida ignorancia.
Y la mochila se llenaba.
Y no podía más con ella.
Y no sé si fue casualidad, destino o simplemente pasó, pero agosto de 2020 me abrió los ojos. Conocí a las personas indicadas en lugar más apropiado. Y de repente, la mochila dejó de pesar, no la notaba. ¿Estaba ahí aún? Sí estaba, pero eran varias manos las que me ayudaban a cargarla. Y después de un año pidiéndote ayuda, llegaron ellos y la ofrecieron sin pedirla. Y me di cuenta que era dónde quería estar, lo que quería hacer. Y lo hice.
Hoy hace 1 mes que tomé aquella decisión. Hoy no llevo esa mochila. Y a pesar de que extraño su peso, sus asas clavándose en mis clavículas y el dolor que me causaba, me doy cuenta que al quitarme la mochila, han salido alas.
Porque la vida da muchas vueltas, pero yo quiero darle muchas vueltas a la vida.
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